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Resources | Market Trends | September 20, 2021

Invertir en valor es el nuevo ROI

Para comprender las oportunidades de la próxima década, las empresas deben adoptar una filosofía que priorice el valor.


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Para comprender las oportunidades de la próxima década, las empresas deben adoptar una filosofía que priorice el valor.

Es difícil encontrar un sector al que la pandemia de la COVID-19 no haya sacudido en los últimos 18 meses. La pandemia ha dejado a muchas empresas sufriendo para adaptarse, y ha obligado a entidades de todos los tamaños y en todos los sectores a replantearse cómo funcionan a nivel fundamental. 

Los confinamientos, el distanciamiento social y el trabajo a distancia han contribuido a una rápida migración a las tecnologías digitales. Y en el mundo de la tecnología financiera, la pandemia ha acelerado aún más la propia revolución de las fintech. Integrar la tecnología en todos los aspectos operativos de una empresa ya no es opcional: es fundamental.

Se trata de un cambio significativo, ya que la promesa de una revolución de las fintech lleva más de una década anunciándose. Sin embargo, hasta hace poco solo habíamos sido testigos de una adopción cauta de estas nuevas tecnologías. El cambio ha llegado, y lo ha hecho rápido. Por ejemplo, un reciente informe de la consultora global McKinsey & Co. reveló que en 2020 el mundo había avanzado cinco años en términos de adopción de tecnología en apenas ocho semanas.

Quizá aún más significativo, McKinsey & Co. destaca que la recuperación de las economías y las empresas depende del papel vital de lo digital en los negocios de hoy en día.

Es imposible ignorar que el futuro es íntegramente digital. Las empresas que no aprovechen el Big Data y el análisis para gestionar riesgos, para implementar iniciativas medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG) e incluso para automatizar un suministro ético y estratégico, simplemente se quedarán más y más atrás.

Para llegar más allá de las “mejores prácticas” necesitamos una nueva filosofía

En Australia, las empresas no han llegado a adoptar del todo esta tendencia fundamental. Por un lado, la mayoría de las empresas reconocen y articulan el impacto que la tecnología puede tener más allá de simplemente impulsar un aumento de los ingresos. Citan la capacidad de esta para mejorar significativamente la velocidad, el coste, la flexibilidad y la sostenibilidad de toda la empresa y, en particular, de sus cadenas de suministro. 

Pero por otro lado, se resisten mucho a apostar fuerte por ello y continúan con mejoras tecnológicas graduales en lugar de hacer cambios de calado. 

Este enfoque es lo que muchas empresas australianas denominan “aplicar las mejores prácticas globales”, y se pueden encontrar estos términos en casi todos los informes anuales de dichas empresas. Estos documentos celebran las virtudes y el potencial de las inversiones realizadas en proyectos tecnológicos. Sin embargo, son pocas las empresas australianas que tratan esta tecnología como un auténtico proceso comercial central, y las que lo hacen son difíciles de identificar porque tratan la tecnología como algo anodino, simplemente parte del propio negocio.

La realidad en 2021 es que la mayoría de las corporaciones de Australia no se han adaptado completamente a este nuevo mundo digital. En su lugar, han conservado el mismo modelo de negocio de máxima extracción de valor, búsqueda de beneficios ante todo y aumento de las rentabilidades de los accionistas bajo una pátina de adopción de nuevas tecnologías.

Quizá esta táctica funcionaba antes de la pandemia para muchas empresas, pero va a dejar de hacerlo.

Tenemos que cambiar del ROI al IIV: “Investing In Value”

Si las empresas quieren crear retornos sostenibles a largo plazo, tienen que pasar de un modelo que priorice un enfoque de Retorno de la Inversión (ROI) a corto plazo a uno de Inversión en Valor (IIV) a medio y a largo plazo. 

Este proceso será diferente para cada empresa, y tiene muchas facetas. Para visibilizarlo en el contexto de una cadena de valor, las empresas deben plantearse estas cuatro preguntas:

1. ¿Se trata a los proveedores y a los clientes como a iguales?

2. ¿Las inversiones se centran en maximizar el ROI o en crear valor a largo plazo?

3. ¿Existe una igualdad real en la cadena de valor?

4. ¿Cómo podemos dar apoyo, incluso coinversión, a nuestros socios de la cadena de valor?

El desarrollo de la ESG en las empresas australianas, que debería haberse producido hace tiempo, es uno de los primeros programas formales que reflejan este paso del ROI al IIV. Por ejemplo, la tendencia a dar incentivos a los proveedores en lugar de auditarlos ha provocado un enfoque renovado entre las empresas para replantearse cómo contribuyen a las comunidades donde operan. A nivel fundamental, se está pasando de una mentalidad de inversión/rentabilidad a una de coinversiones y crecimiento.

Pero este solo es un comienzo modesto porque la pandemia ha forzado un cambio de paradigma sobre cómo funcionan las empresas y, de hecho, por qué operan. Las empresas y sus cadenas de valor que capean las muchas olas de disrupción de la pandemia siguen experimentando problemas inmediatos, pero con el tiempo este enfoque cambiará para evaluar qué ha salido mal y cómo podemos evitarlo en el futuro. 

Por ejemplo, es de esperar que la noción de fabricación “justo a tiempo”, el mantenimiento de un stock mínimo y la dependencia de las fronteras abiertas para los flujos comerciales se adapten de forma significativa. Para ser realmente líderes mundiales, las empresas necesitan reconocer que un enfoque “justo a tiempo” ya no es asumible en un mundo pos-COVID. En cambio, las empresas deberán invertir en valor. En pocas palabras, costará mucho más tener y mantener una capacidad de fabricación autónoma. 

Esto supone absorber los “costes de resiliencia” en curso, como invertir en tecnología, pagar mejor a los proveedores y diversificar los ecosistemas de la cadena de valor para protegerse de futuras perturbaciones. 

Elegir deliberadamente el valor antes que la rentabilidad y tratar la tecnología como una parte más de la gestión del negocio es un cambio fundamental. Contradice al instinto de maximizar la rentabilidad y corta con los indicadores actuales de rendimiento empresarial.

Este cambio ya se ha dado. La pregunta más importante es si las empresas australianas tendrán el valor de adoptarlo.

En resumen

La pandemia ha puesto en relieve las numerosas vulnerabilidades de las cadenas mundiales de valor y ha acelerado drásticamente la necesidad de las empresas de adoptar un enfoque de prioridad digital. No es la primera vez que este tipo de mirlo blanco afecta a la economía mundial, y seguramente no será la última.

Es hora de adoptar completamente esta revolución de las fintech invirtiendo en su cadena de valor en lugar de extraer valor de ella.

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